El hombre y su afán por crear tecnologías, han producido un avance
extraordinario a nivel mundial en tan sólo un centenar de años. En la
actualidad nadie se imagina su vida sin la tecnología con la que cuenta
el hombre desde hace apenas cinco décadas. Los individuos y su apego a
estas nuevas formas de vida provocaron que sociedades enteras se
convirtieran totalmente dependiente de ellas. Así nacieron las cibersociedades,
las cuales son planeadas con el fin de otorgar comodidades a sus
residentes y mantenerlos comunicados entre sí y entre las demás
cibersociedades.
Reflexionando un poco debemos decir, que
si bien los avances tecnológicos conectan personas y comunidades,
también aíslan a aquellas que no poseen a su alcance dicha tecnología.
¿Por qué? Por el mismo hecho de que todas están conectadas entre sí
menos esas comunidades, por lo tanto se encuentran excluidas. Un ejemplo podría ser Alemania contra Benín (país
africano).
Por otra parte, una cibersociedad
(como pudimos apreciar en la película de Wall-e con la flota espacial)
de cierta forma vuelve inútiles en muchos aspectos al ser humano que va
acostumbrándose a la excesiva comodidad. Poco a poco el individuo
empieza a ser totalmente dependiente de la tecnología, en el sentido de
que no puede dejarla porque no quiere y porque literalmente no puede
hacerse cargo de sí mismo sin ella.
En
conclusión, las cibersociedades son un arma de doble filo. Si bien puede
facilitarle la vida a las personas e incitar a un mejor aprovechamiento
del tiempo, también puede causarle grandes daños a la independencia del
individuo y a su perspectiva sobre sí mismo.
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